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KytiarA

Barnetik

Del amor al odio... Y viceversa.

Vuelvo al tema del odio, un sentimiento que no para de sorprenderme, dada la facilidad con la que surge. Esta vez voy a tratar de enfocarlo desde el punto de vista de alguien que ha amado con locura, y que ha conocido la indiferencia. Es tremendo el pensar cuan delgada puede ser la línea que separa el amor del odio.

¿Qué hacer cuando el amor te ciega y la cruda realidad te cruza la cara? Cuando más necesitas que la persona a la que tanto deseas te tienda la mano, y en su lugar recibes la indiferencia más absoluta. Un empujón que te envía de vuelta al agujero del que llevas tanto tiempo tratando de salir. En ese preciso momento tu corazón se rompe en mil pedazos, y la fascinación que sentías se convierte en rabia, el deseo en furia incontrolada, y la ilusión en una decepción total.

Decepción, esa es la palabra. Le habías entregado tu vida, te habías arrodillado ante él, ofreciéndole lo mejor de ti, lo habías amado, y sentías que podrías darlo todo por él. Y llega el momento en el que necesitas su apoyo, sus palabras, un simple gesto que te ayude a sonreír, y a volver a creer en la vida. Pero él desaparece… Ese gesto no llega nunca, y empiezas a ser consciente de que todo ha sido un espejismo, de que tal vez él nunca correspondió tus sentimientos, de que las palabras se las lleva el viento, y de que, al fin y al cabo, los sueños no son más que eso, sueños.

Y como si alguien hubiera apretado un interruptor en tu interior, en un solo instante el amor se convierte en odio, y te invaden las ansias de venganza. Pero algo dentro de ti te frena, y te dice que el tiempo pone a cada uno en su lugar, y que tarde o temprano acabará arrepintiéndose de haberte dejado marchar. Y será de la peor manera, dándose cuenta cuando ya sea demasiado tarde de que te ha perdido para siempre, y que ya no hay solución posible.

Es un pensamiento que te tranquiliza. Te paras a pensar y te das cuenta de que en el fondo no es tan grave. Que lo más importante eres tú, y que alguien capaz de hacerte tanto daño a sabiendas no se merece que sufras por él. Dejas de odiar, no merece la pena, ahora sólo sientes indiferencia, incluso lástima. Sabes que te mereces mucho más, y que tienes mucha gente a tu alrededor que te quiere y te lo demuestra día a día con pequeños gestos. Poco a poco vas aprendiendo a filtrar, y te quedas con lo bueno, ¿por qué perder un solo segundo pensando en alguien a quién no le importas? No vas a cerrarle las puertas a esa persona, al fin y al cabo, en su día la quisiste con locura, y fue por algo. Tal vez algún día abra los ojos, se de cuenta de lo que ha perdido, de todo el daño gratuito que te ha hecho, y quiera volver a ti. El problema es que es posible que, llegado ese día, tú ya no quieras (o no puedas) ofrecerle más que una sonrisa irónica.

La amistad, y mucho menos el amor, no se alimenta de aire. No se puede ir por la vida pensando que uno es el centro del universo y que los demás estarán ahí en todo momento a nuestro servicio. Nadie es imprescindible, y cuando se desprecia y se hace daño a quién más nos quiere, lo lógico es que esa persona desaparezca para no volver jamás. Entonces será tarde para lamentarse.

Hay que ver lo que se puede desvariar en tan poco tiempo… :P

Odio

¿Qué es el odio? ¿Qué impulsa a una persona a odiar a otra?

Generalmente el odio suele llegar motivado por una venganza. Alguien te ha hecho daño conscientemente y tu mayor ansia es devolverlo a esa persona todo el mal que te ha hecho. Con el paso del tiempo puede mitigarse, hasta olvidar lo ocurrido, a no ser que lo alimentemos cada día con malos pensamientos hacia la persona en cuestión, y nos vayamos envenenando por dentro.

Se me ocurre identificar también el odio por envidia. Alguien tiene algo, no tiene por qué ser material, que nosotros ansiamos. Algo que creemos que no merece, y la odiamos por ello, no podemos creer que una persona como esa haya conseguido algo que deseamos, y no lo soportamos. Normalmente el otro ni siquiera es consciente de nuestro sentimiento hacia él, pero no nos importa, lo odiamos.

Entonces es cuando puede mezclarse la envidia con la venganza, y es en este momento cuando nos invade el odio más irracional. Debemos acabar con esa persona, sea como sea, si nosotros no podemos conseguir lo que deseamos, ella tampoco lo tendrá. Y utilizamos todas las armas a nuestra disposición para lograr nuestro objetivo. Tratamos de ponerle la zancadilla en todo lo que hace, de humillarla, de hacerle la vida imposible. Adoptamos la actitud más irracional que podemos conseguir, nos dejamos llevar por la rabia, por la sangre que hierve en nuestro interior cada vez que pensamos en ello, por la ira. Hay una canción que dice:

"Rabia es la sangre que hierve por conseguir
las metas de nuestra imaginación"

Y no puede tener más razón. Metas creadas en nuestra imaginación. Metas que sabemos nunca alcanzaremos, pero la rabia nos empuja a luchar por ellas, cueste lo que cueste. Probablemente el autor de esta canción (Reincidentes), se refiriera a unas metas positivas, probablemente alcanzables, y a una rabia que nos lleva a seguir adelante. Pero en el caso del odio sucede igual. Tenemos que conseguir algo, y para ello no nos importa hacer daño a la otra persona, porque no se merece otra cosa que sufrir.

Tal vez la envidia sea símplemente una falta brutal de autoestima, una sensación de ser inferiores al resto, que nos lleva a pensar que la única manera de ser mejor que ellos es el pasar por encima, a cualquier precio. Si nos valoráramos un poco más no necesitaríamos humillar a nadie para conseguir lo que deseamos, tan sólo lucharíamos por ello. Que cada uno haga su vida, sin perjudicar a nadie, es la mejor manera de sentirse mejor con uno mismo, y de que los demás nos quieran.